No era algo en lo que había podido pensar en sus días de antaño, no porque no pudiera, sino porque no era necesario. En aquellos momentos lo único importante era luchar y ganar, de hecho lo sigue siendo, sin embargo, hoy en día tiene la oportunidad de pensar en otras cosas que no sean estrategias de combate, o regaños a los más jóvenes de la tropa. Se encuentra lejos de su hogar, y este nuevo mundo le brinda un gran número de nuevas experiencias a las que, esta seguro, nunca hubiera tomado en cuenta por la diferencia de prioridades.

Actualmente no quiere aceptar que se siente un tanto perdido en todo el asunto de cambio de cultura. El lenguaje ha sido un gran problema que aún no logra superar por completo, cocinar, asistir a una escuela, no comerse las cosas de un bocado, no helar, no morder; todo resulta un poco complicado en este presente. Su vida como capitán dragón la siente un poco lejana ahora, pero aún así sabe que no puede dejarse vencer por esta maldita mierda en la que se vio envuelto por un mal nacido enemigo con poderes que no consigue comprender hasta hoy. Al menos le consuela saber que fue solo él el afectado por todo eso, confía en la fuerza de los suyos, sabe que no van a perder, por lo que, en parte, se siente tranquilo.

Así que, por consiguiente, hoy decidió visitar uno de esos tan nombrados cafés. La dificultad que tuvo para leer la carta lo hizo pedir lo que la dependienta le recomendara, y este sería un buen momento para que repasara el valor de las monedas de aquí; no obstante,  a falta de dinero y de advertir eso, levanta el libro que tenía reposando en sus mulos, dejándolo sobre la mesa. Ese pequeño libro era una especie de guía momentánea, se lo obsequiaron, no recuerda quién- ni tampoco le interesa, y fue en el donde se percató de que este lugar era bueno para leer.

Aunque sin poder leerlo como se debe, se dejó guiar por las imágenes. Y pudo diferenciar muy bien la palabra café en el letrero del local, tanto del libro como de este edificio.

Por consiguiente, ahora mantiene sus ojos fijos en aquella página en donde abrió el libro. La imagen en blanco y negro se refleja en sus ojos rubíes mientras ladea el rostro con sutileza. Era justo la misma imagen que lo hizo venir hasta allí, la misma por la que ahora se esta levantando de la silla de madera, por la que se esta aproximando a un chico que no conoce de nada, y la misma por la que ahora se queda inmóvil frente a la mesa del mismo, mirándolo con el ceño fruncido.

Y dudar no es lo suyo, sabe que lo que decide está bien. Solo se inclina sobre la mesa estirando su brazo al mismo tiempo para poder agarrar el hombro contrario, o en su defecto su ropa, y acercarlo hacia si para de ese modo juntar sus labios de forma torpe y apresurada. Y es tan malo en eso, tan inexperto, que aprieta los suyos con fuerza mientras presiona y sostiene el agarre con rudeza.

Tenía bastantes expectativas sobre lo que eso le haría sentir, o lo que provocaría en el otro. En la imagen que vio todo a su alrededor se llenaba de destellos, el espacio se fundía enteramente en un color blanco, convirtiendo a la cafetería en un lugar ausente en donde solo existían los dos chicos que estaban juntando sus labios. Esperaba que el sitio se volviera blanco,  también creía que sus mejillas se volverían más oscuras como en la imagen, o hasta pensaba que algo dentro suyo se revolvería con ese sonido de "badump". En lo personal cree que eso debe significar algo como emocionante o sorprendente pero no lo sabe, y no cree averiguarlo hoy. Y mientras divaga en ello sus ojos se mantienen abiertos, mirando a un punto más allá de los ojos del afectado, porque su atención no estaba en el beso, sino en sus expectativas. Por consiguiente sus ojos se centran en los contrarios solo cuando este mueve su boca para cambiar un poco la forma en la que se juntaban, se sorprende y por ello aprieta un poco más el agarre por un segundo, al mismo tiempo que sus labios se tensa aún más. Al ser un manga su guía, y al no haber pasado a la siguiente página para ver la continuación de la actividad, solo logró ver el principio del beso; así que ahora solo se mantiene al margen, a la espera de lo que sea que deba suceder después.

A lo mejor su respiración esta chocando contra la cara del otro porque ni siquiera la contuvo al momento de sellar sus bocas, y se mantiene tan tranquilo que siente el temblor del otro cuando rompe el contacto. Por fin puede separar sus labios, así que los relame para buscar un poco de humedad a la vez que sus ojos se quedan intentando inspeccionar al otro pero no logra ver nada más allá de su cabello al tener la cabeza tan gacha. Así que frunce el ceño con disgusto y mira a la mujer con la bandeja. Eso le recuerda que también había hecho un pedido, por lo que se retira a su mesa.

—Hmp. Qué pérdida de tiempo. —expone sin vergüenza al marcharse.

Apoya su mano en el pequeño libro al tomar asiento, y examina un poco más los dibujos antes de dar vuelta la página. Se siente desorientado. Si sus compañeros de clase le dieron ese libro para ayudarlo, ¿qué gana apoyando sus labios en los de otro? Vuelve su vista al lugar del de ojos verdes, los recuerda, y luego regresa la mirada a una mesa cerca suyo, de su lado derecho. De manera inesperada las personas de ese lugar lo están mirando, alza una ceja ante esto sin apartar la vista por más que ellas si lo hayan hecho.

"¿Debería con ellos también...?"

Planta sus manos sobre la madera nuevamente para levantarse, manteniendo la visión en sus objetivos, y al dar un par de pasos nota como les entra cierto nerviosismo al apretar sus manos y hablar más bajo entre ellas. No le resulta molesto o incomodo, si el libro dice que eso hacen los humanos no pierde nada en intentarlo otra vez, casi que llega a la mesa cuando escucha una voz femenina a su espalda.

—¡Aquí está su pedido!

La observa apenas sobre su hombro, y después baja a la charola que sostiene. En ese instante sus ojos brillan emocionados e inmediatamente da la vuelta para volver a su lugar, cree que es su imaginación pero creyó escuchar un suspiro proveniente de la mesa contraria, así que les da un último vistazo antes de tomar asiento. Cierra el manga para hacerlo a un lado y permite que la trabajadora deposite el plato con la taza humeante delante suyo. De buenas a primeras el aroma ya lo atrapa por completo, tanto es así que le da un leve manotazo a la dependienta para que le permita tomar el asa de la vasija.

—D-De acuerdo. Aquí le dejo el azúcar, y por cierto, el nombre de la recomendación de hoy es: Café Irlandés. Aunque también viene con un muffin pero eso tardará un poco, todavía se están horneando. Aún así apenas estén listo le traigo el suyo.

A medida que ella hablaba, acercó la taza un poco más para olfatear un poco más de ese aroma, no le interesó el azúcar y menos lo que le dijo. Ya cuando la chica se marchó, pudo levantar la taza con tranquilidad y acercarla a su boca.